El lenguaje de la Realidad

Este blog se ha creado para recordar el atentado que sufrió la Universidad de Navarra el 30 de octubre del 2008. Los textos son de los alumnos de Filosofía del Lenguaje que han querido reflejar en ellos su repulsa del atentado, sus razones y también sus sentimientos.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Un día inolvidable

No me esperaba nada, pero, por otra parte sabía que tenía que pasar algo. Tengo que reconocer que fuera de mi casa, fuera de la burbuja que es Greenwich, CT, nunca me he sentido seguro. Siempre que entro en una habitación me fijo en cuantas salidas hay. Si pasa algo, ¿por dónde puedo salir? Supongo que será por todas las películas de guerras que he visto y, bueno, como en parte soy estadounidense, a veces exagero un poco. Voy a poner un caso muy sencillo. Cuando entré por primera vez en el Colegio Mayor Belagua me di cuenta de que no hay salida de escape. Si hay fuego en las escaleras principales, ahí nos quedamos. Es de estas cosas que esperas que nunca te pasen, pero, como vimos el 30 de octubre, todo es posible.

La mañana del 30 de octubre de 2008 fue como cualquier otro día. Mi día empezó con Teoría del Conocimiento a las diez en el Edificio Central, concretamente, en el aula 36. Después de la primera hora de clase baje al bar, el famoso Faustino, porque ahí estaba un profesor amigo, y como tenía que quedar con él ese día aproveché el descanso para hablar con él.

¡Boom! Las ventanas vibraban violentamente y vi humo negro salir de lo que me parecía ser una de las torres del Central. Lo primero que pensÈ fue: ¡bomba! Lo siguiente fue, que si querían matar a más gente explotaría otra. Vi la reacción de otro profesor y noté que él también estaba pensando lo mismo. Salí corriendo. Me alejé de todos los coches y de todos los edificios, pensando que igual podría darse otra explosión. Saqué mi móvil para llamar a mi hermano. No sospechaba que le hubiera pasado nada, porque como tiene clase en Derecho, la probabilidad de que estuviese pasando por el aparcamiento del Edificio Central eran mínimas. Le llamé. La llamada no entraba. Vuelta a llamar. Igual resultado. Pero al mismo tiempo que llamaba recibía los mensajes AVISAME de movistar. …l me estaba llamando. Conclusión: esta bien. Cuando por fin entró la llamada, me dijo que estaba en la explanada de la biblioteca. Fui corriendo hacia él y, aunque suene sentimental, nos dimos un fuerte abrazo, que, aunque breve, fue de los m·s emocionantes que nos hemos dado. No es que nos demos abrazos todos los días, pero como viajamos mucho siempre nos damos un abrazo de despedida. Fuimos al Edificio de Derecho a coger sus cosas y subimos hacia el cercano barrio Iturrama de camino al piso de un amigo. Llamé a casi todos mis amigos y, gracias a Dios, estaban bien. Al llegar al piso, encendimos la tele, vimos un poco las noticias y al rato nos pusimos a jugar a las cartas. Bajamos al Colegio Mayor Belagua a eso de las nueve menos cuarto. Cene, recé el rosario, ofreciéndolo por las almas de los terroristas, y me fui a la cama. Al día siguiente fuimos a clase como si nada. Era otro día normal y corriente.

Unos días después del atentado me senté y medité sobre lo que había sucedido, sobre cómo había reaccionado. Empecemos con mis primeras reacciones. Después de oír la bomba salir corriendo; corriendo sin haber pensado en nadie, ni siquiera me di la vuelta para ayudar a unos amigos de primero que tenía ahí. Tenía un objetivo, sobrevivir, salir del edificio. Al salir del edificio pensé, como es natural, en mi hermano. Paremos aquí también. De alguna manera sabía, o mejor dicho, no me esperaba, que mi hermano estuviera ahí. Sabiendo esto y después de hablar con él no paré a pensar en mis amigos que seguÌan ahí. Ni en mis amigos de cuarto que sabía que tenían clase cerca de donde explotó la bomba. ¿Se puede ser más egoísta? En parte temo la respuesta, pero tal vez estoy siendo demasiado duro conmigo mismo. En el capítulo séptimo del libro tercero de la Ética a Nicomaquea, Aristóteles define la cobardía y la valentía. "Los temerarios son, ante el peligro, precipitados y lo desean, pero ceden cuando llega; los valientes, en cambio, son ardientes en la acción, pero tranquilos antes de ella." Pues entonces, aunque me cueste aceptarlo, según Aristóteles, soy un poco cobarde. Pero reconocerlo es el primer paso para corregirme. Por otra parte, no recuerdo, o por lo menos en el momento no lo parecía, haber parado a pensar. Todo pasó muy rápido. Creo que la valentía se define como alguien que ante una situación de peligro, como puede ser la guerra, toma la decisión, libremente, de luchar. Toma una decisión, elige. Esto implica usar la razón y reflexionar sobre el tema presente y el hecho de que sea libre es lo que lo convierte en decisión. Si no, sería un acto involuntario. No me culpo del todo por haber salido corriendo, pero sé que me hubiera gustado reaccionar de otra manera.

Quizás lo más importante de toda esta experiencia es que me ha hecho plantear mi vida de otra manera. Hay quienes dicen que cada día se debe vivir como si fuera el último. A primera vista, no estaba en nada de acuerdo con este dicho, porque me parece que si vivimos así toda nuestra vida, ésta acaba siendo a corto plazo. No cabe, dentro de este modo de ver la vida, un plan de vida. Tener un plan de vida llamo a aquellas metas que nos proponemos cumplir a lo largo de la vida. Después del atentado me replantee la vida, hice una lista de las cosas m·s importantes en mi vida. La primera ante todo es Dios. Si lo más importante en mi vida es Dios, entonces todo lo que hago debe ser con vistas a Èl. Por tanto, si quiero vivir cada día como si fuera el último, lo tendría que hacer mirando a Dios. Es decir, hacerlo todo teniendo en cuenta que ese día puede muy bien ser mi ·ltimo, y si esto fuera el caso, me gustaría morir mirando al cielo. Esto es quizás la conclusión más importante que he sacado en toda mi vida y si tenÌa que explotar una bomba para que me diese cuenta, así sea.

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