El lenguaje de la Realidad

Este blog se ha creado para recordar el atentado que sufrió la Universidad de Navarra el 30 de octubre del 2008. Los textos son de los alumnos de Filosofía del Lenguaje que han querido reflejar en ellos su repulsa del atentado, sus razones y también sus sentimientos.

lunes, 12 de enero de 2009

Adrenalina y alma

Madalena d’Oliveira Martins, 3º de Filosofía
La lluvia cayó aquel día de una forma vehemente, estábamos a finales de octubre, así que no nos resultó extraño, pero sí molesto. Siempre que llueve tanto hay inconvenientes para la vida cotidiana, hay que salir protegido. Así empezamos ese día, protegiéndonos de la lluvia, intensa, fuerte, mojada. Cada uno se protegió como pudo, hubo quienes afrontasen la tormenta, y los que prefirieron verla de lejos. Pero también la vida estaba ahí, asomándose plena, ahí donde estábamos los estudiantes, los trabajadores, los que siguen buscando qué hacer con su día a día: ¡todos! Andábamos movidos por nuestros objetivos, por nuestras creencias, por lo que éramos y por lo que querríamos venir a ser. Estábamos en pleno ejercicio de nuestro ser, buscando y luchando, trabajando, mejorando; todos juntos y cada uno por separado.

Yo estaba en un seminario precioso, con una pared de cristal que me permitía ver el mundo, el verde, el movimiento de ese día. Estaba haciendo un examen y sentía agradecimiento porque esa no era su fecha oficial. Pero es así la vida, es flexible y está llena de excepciones… Yo lo estaba experimentando al estar en ese seminario, ese día a esa hora, haciendo un examen fuera de la fecha establecida. Pero parecía que tenía que probar, una vez más, el sentimiento de excepción… Estaba escribiendo cuando la adrenalina puso unas gafas de sol a mi alma. En el preciso momento en que aquel cristal, que minutos antes había contemplado tranquila, cayó súbitamente y se rompió en pedazos, todo mi ser se tornó un animal, poseído e instintivo. Mi cuerpo supo que estaba siendo amenazado y reaccionó como pudo. Corrió sin sentido aparente, con el único objetivo de huir. Respiró rápido, mucho más rápido que lo normal, lloró y tembló – sin saber distinguir sus partes -. Un asomo de racionalidad le permitió hablar con otras personas y reconocer en ellas algo familiar. Algo le permitió sentirse acompañado y consiguió salir del peligro. La adrenalina siguió por ahí, por si acaso… El tiempo dejó de existir cuando mi alma se quitó las gafas de sol y me contó todo otra vez. Su versión de la historia. Se sintió pequeña por no poder hablar en portugués, y por saber que no podía rendirse en ese momento. El dolor de estar lejos de casa, ésa que tantos reclaman como abrigo. Y siguió levantando su caparazón, protegiéndose y protegiéndose, como hacen las tortugas cuando se sienten amenazadas. En la oscuridad, que era consecuencia de la protección que le daba el caparazón, pensó y sintió que el mal existe. Se indignó y se preguntó: “¿por qué?” Y se dio cuenta de que los seres humanos son así, con un enorme potencial para el mal. Pero tiene que tener razón Sócrates cuando habla de la incontinencia, no puede ser que lo hagan con plena consciencia. Tienen que estar enfermos para querer dañar tanto; tienen que ser locos para osar desafiar a la vida, para querer quitarla a los demás, o aunque sea para amenazar quitarla. Tienen que sufrir si no pueden ver la vida como algo que ante todo debemos preservar; tienen que ser ciegos si no ven la belleza que de la vida se puede sacar.

Hay cosas que no se pueden entender, ¡las hay! Pero todos conseguimos estar por encima de ello. Y es cuando me doy cuenta de eso que vuelvo a mí misma, y se da esa mezcla de adrenalina y alma. De pronto se hace posible un diálogo entre la reacción de un cuerpo confuso y bloqueado ante un estímulo de tal intensidad, y un alma entristecida y resonante por la barbarie de un acto humano destructivo. Y, en ese momento, se abre una nueva luz, y los ojos y los oídos perciben algo nuevo: escucho a todos los que me rodean, y veo a gente ayudándose de una forma incondicional, y eso me hace sentir la fuerza que todos tenemos cuando nos unimos. Y ahí el bien se multiplica por mil, y la vida cobra aún más sentido, y uno empieza a ocuparse de los demás, se olvida de sí mismo para poner atención a lo importante. Se mueve aunque sus fuerzas estén reducidas, sonríe por ver las caras de siempre, moviéndose también por ellas. Brota una esperanza desmedida en el futuro, y en el ser humano. Y se construye mejor y más rápido de lo que se destruye. El tiempo vuelve a darnos el sentido, nos enseña que hay un camino que no debemos perder de vista. Sabemos que merece la pena la lucha, que no estamos solos y que juntos somos mejores. Aprendemos a hacer de las adversidades una buena lección, y nos damos cuenta de que nuestra fragilidad es la mayor fuerza. Volvemos a aprender a dar y a recibir. Y sentimos que la vida es mucho mejor, mucho más, aún más y más y más. ¡Nos desborda!

Ese día de lluvia fue para muchos un día más, una mala noticia más, amarga, pero una más. Para otros fue la oportunidad de sentir algo diferente, para aprender, para crecer. Para otros fue la confirmación de que su camino tiene mucho sentido; que tiene sentido despertarse y hacer el esfuerzo, que, detrás de esas gafas de adrenalina que a veces nos asoman, hay una persona que tiene un camino, y que cuenta con otras personas para caminarlo.

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