El lenguaje de la Realidad

Este blog se ha creado para recordar el atentado que sufrió la Universidad de Navarra el 30 de octubre del 2008. Los textos son de los alumnos de Filosofía del Lenguaje que han querido reflejar en ellos su repulsa del atentado, sus razones y también sus sentimientos.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Sobre ETA y la banalidad del mal

Juan Eduardo Vargas


He tomado el título de este ensayo del libro de Hannah Arendt, titulado Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal. En esta obra, la autora, a partir de la captura, juicio y condena a muerte del criminal de guerra nazi, trata de explicar las que, según su criterio, son las principales causasdel holocausto.Una de las cosas que parece llamar la atención de Arendt es cómo un hombre de apariencia sencilla, de aspecto “normal”, pueda haberse convertido en un importante criminal de guerra. Esa condición de “normalidad” es la que hace reflexionar a Arendt y la lleva a hablar, precisamente, de la banalidad del mal. Lo que hace notar magistralmente Arendt es cómo personas relativamente normales, supuestamente tratando de “hacer bien su trabajo”, fueron capaces de hacer y ordenar monstruosidades, sin darse cuenta -aparentemente- de lo que estaban haciendo, sin reflexionar sobre la naturaleza de sus actos. Es, si se me permite la expresión, como si el mal se hubiese “burocratizado”, pasando a convertirse sencillamente en un trámite que había que hacer de la mejor manera posible.

Han pasado ya unas pocas semanas desde el atentado de ETA y rápidamente parecemos haber dado por superado este “lamentable hecho”, como todos calificaron en su momento. A estas alturas, incluso, nos llega a parecer lejano el “incidente”. Si no fuera por la emanación de gases ocurrida una semana después y la consiguiente imposibilidad de ocupar el Edificio Central ya habríamos olvidado por completo el coche bomba. Y todo el ambiente ayuda y promueve a que así sea. Las clases se reiniciaron rápidamente al día siguiente de la explosión, las autoridades llamaron a “volver a la vida normal”, todos los escombros fueron rápidamente removidos y los desperfectos fueron diligentemente reparados. Así, escasos días después, todo parecía haber regresado a la normalidad.Algunos sostendrán que este “olvido” es debido a la capacidad del hombre de acostumbrarse a todo; otros, que la costumbre de convivir con asesinos hace que este tipo de acciones no sean suficientemente sopesadas; otros, incluso, que es bueno olvidar este tipo de hechos para que no dejen secuelas psicológicas. Por las razones que fuera,¿conviene que esto ocurra así?¿Es conveniente “echar tierra” encima de estos acontecimientos, casi como si no hubiesen sucedido?¿No será mejor tenerlos presente, no porque sea bueno que recordemos las barbaridades que otros han cometido, sino porque debemos aprender de ellas? ¿No estaremos, en cierta medida, banalizando el mal, haciendo como si no hubiese existido, como si nos quisiésemos deshacer rápidamente de él? No estoy diciendo que, casi de una manera masoquista, insistamos en recordar, analizar, comentar y desmenuzar las circunstancias que rodearon el atentado. Para nada. Pero parece prudente al menos que se mantenga en nuestra memoria por un tiempo. De la misma manera como nos llama la atención la persona que, habiendo perdido a un ser querido muy cercano, se encuentra en perfecto estado de ánimo y sin aparentes sufrimientos, lo cual nos hace creer que en algún momento esa persona “se derrumbará”, pues aún no ha asumido la pérdida, creo que nosotros, guardando las debidas proporciones, tenemos que“hacer unluto” yconvivir con este accidente por un tiempo. Sólo así podremos realmente superar el atentado, sacar conclusiones positivas para nuestra vida y evitar así que simplemente se convierta en una “anécdota”, en un superficial “yo sobreviví al Central”, como alguno ha propuesto estampar en una camiseta.

¿Y qué hacemos, entonces, para no trivializar este hecho? ¿Lamentarnos todo el día? ¿Lanzar diatribas contra ETA? ¿Pregonar a los cuatro vientos lo que ya todos dicen, es decir, que el terrorismo es una lacra? Mi primera propuesta es que, sencillamente, reflexionemos. Y la mejor forma de hacerlo es escribiendo, permitiendo que nuestros pensamientos trasciendan nuestra interioridad y queden reflejados en un papel, aunque luego nadie los lea. De otra manera, no ordenaremos nuestrasideas y ni siquiera tendremos muy claro qué hemos concluido de todo esto.Mi segunda propuesta, aunque suene descabellada, es recoger, guardar y exhibir algunos testimonios de este atentado. A modo de ejemplo, se podrían haber guardado los restos de algunos de los coches que quedaron reducidos a mera chatarra, no con el fin de causar miedo o impresionar a los alumnos (lejos de eso mi intención, pues de esa manera estaríamos contribuyendo a que el terrorismo cumpla su objetivo, esto es, a sembrar el terror), sino con el propósito de hacer reflexionar a quienes hubiesen pasado delante de esos restos acerca del hombre y de lo que puede llegar a hacer en contra de sí mismo.Podrá discutirse si la universidad es el lugar adecuado para hacer tal exhibición, pero lo que propongo, en resumen, es que en alguna parte se presenten esos testimonios. Con esa exhibición, en último término, también estaremos diciendo que estos atentados no nos amedrentan
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