El lenguaje de la Realidad

Este blog se ha creado para recordar el atentado que sufrió la Universidad de Navarra el 30 de octubre del 2008. Los textos son de los alumnos de Filosofía del Lenguaje que han querido reflejar en ellos su repulsa del atentado, sus razones y también sus sentimientos.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Una balanza desequilibrada

Macarena González-Villalobos Rincón


Después de diez días, he intentado imaginar todos los acontecimientos pasados como pesas en una balanza. Una balanza de esas antiguas, con dos platillos de color cobre, ya abollados por el tiempo y el uso, y con una aguja oxidada que trata de marcar con precisión el peso. En el plato izquierdo hay una bomba de más de setenta kilos, un gas que no huele a nada pero que te hace toser sin parar, un montón de cristales rotos, un ala del Edificio Central totalmente carbonizada y muchos coches destrozados. Es un panorama desolador. Pero no podemos olvidar que a la derecha de la balanza hay otro plato que, aunque parezca increíble, desequilibra la balanza en su favor.

Lo primero que hay en el otro platillo es una Clínica. Dentro trabajan médicos, enfermeras, personal administrativo, auxiliares. Cada uno de ellos consigue que sea hasta divertido pasar una noche allí. Son personas que no se limitan a atenderte sin más para que no te ahogues al entrar por la puerta de Urgencias. Detalles como un vaso de leche en la consulta de la neumóloga a las once y media de la noche no pueden dejar de agradecerse.

Hay además un montón de sonrisas que aportan un gran peso al plato, aunque hay quien piensa que no son más que un gesto. No: las sonrisas son materiales en esta balanza, ocupan un espacio y tienen un peso. Su tamaño no importa, como tampoco tiene relevancia si los dientes que muestran son más o menos blancos, o si apenas se ven porque están escondidos detrás de un alambre. Esas sonrisas siempre se valoran, y más aún cuando proceden de una enfermera que viene a cambiarte la mascarilla de Darth Vader a las tres de la madrugada.

Otros que están en el platillo son unos señores que parecen de la NASA: nadie sabe cómo es su cara, nadie sabe cuáles son sus nombres. Llaman la atención en el campus por la novedad que supone su presencia entre nosotros, y a la vez son los que más desapercibidos pasan. Dentro cada escafandra espacial y cada traje de blanco nuclear que daña los ojos hay una persona que hace posible que la Facultad vuelva a ser lo que era.

No podemos olvidar a unos hombres vestidos de verde. Normalmente les conocemos porque son los que riñen a los alumnos de primero que, sin saber que no está permitido, se sientan en las escaleras de la puerta del Central. Es entonces cuando hace su aparición “el de EULEN” y le dice que se ponga de pie y que, si está cansado, se cambie de escaleras para no obstruir la entrada al edificio. Ahora nadie pasa por esa puerta, y los guardias de seguridad se ocupan de que ningún despistado atraviese la cinta de plástico roja y blanca que impide el paso a un recinto que, hace sólo dos semanas, era un hervidero de personas.

También hay agua; y más en concreto, agua de lluvia. La ley que dicta que un litro de agua pesa un kilo también se cumple en esta balanza, y el día treinta de octubre cayeron muchos litros de agua, por eso el platillo pesa tanto. Un aguacero que, por una vez, no fue razón de queja por parte de nadie. ¿Cómo vamos a despotricar contra lo que ha motivado que nadie se pasee por el campus a las once?

Lo que más pesa en la balanza son las personas. La reacción ante los hechos ha sido la de perdonar y volver al trabajo, que es la única manera de demostrar que la violencia no es el camino. Quien hace cabeza nos decía hace una semana que “ahora necesitamos estar más unidos que nunca, apoyarnos unos a otros, para superar juntos esta situación con serenidad”
[1].

Una Universidad. Mi Universidad. Y está formada por cientos de personas unidas ante los problemas: el alumno de tercero de Arquitectura al lado de la becaria que trabaja en Oficinas Generales; un señor catedrático con el jardinero; el rector con los heridos en el atentado; la señora de la limpieza junto a una doctoranda en Derecho Civil; una secretaria frente al guardia de seguridad. Porque la Universidad no es un ente abstracto, ni un conjunto de edificios, ni cuatro paredes que encierran la sabiduría. La Universidad somos nosotros, somos las personas que formamos parte de ella.



[1] A. J. Gómez Montoro, Carta a los estudiantes y profesionales de la Universidad de Navarra, Pamplona, 11 de noviembre de 2008.

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